Admito que pasé varios días pensando en si publicar esta entrada o no - creo que es el primer post verdaderamente personal que hago hasta ahora -, entonces me di cuenta de algo muy simple: ES MI BLOG Y ESCRIBO LO QUE ME DÉ LA GANA ¿OK? Ok. So here it is...

Estas últimas semanas no han sido muy fáciles que se diga, entre el estrés del trabajo, las hormonas y el revoltijo personal que cargo encima mi humor ha sido, sinceramente, una real mierda. Hay días en los que honestamente solo me ha provocado tirarme en la cama, ser miserable y llorar y llorar y llorar hasta que tenga que ir a la nevera a buscar unas papas que ponerme en los ojos porque por dios, tengo que salir de mi casa y no voy a dejar que nadie me vea con dos pelotas de golf en la cara.

Sin embargo, han habido otros días en los que afortunadamente me he decidido a animarme, o al menos hacer algo más productivo que secar por completo mis conductos lagrimales y revisar mi celular cada dos minutos.

De entre esas cosas productivas salió una linda daisy chain que llevaba mucho tiempo queriendo y por fin me decidí a intentar hacer yo misma. Aunque no quedó tan linda como quería tampoco salía tan horrible como imaginé que saldría (las manualidades no son mi fuerte, de verdad que no), pero aún así la saqué a pasear y a decir verdad, no sé qué clase de persona sin alma no se sentiría al menos un poquito feliz al tener una coronita de flores en la cabeza.
                         

Todos nos lo esperábamos, en algún punto tenía que pasar, pero en verdad es tremenda lástima. Y es que, ¿qué tenía Amy que nos parecía tan fascinante? No era simplemente el exceso de delineador y el copete que, según contaba, crecía proporcionalmente con sus inseguridades; era mucho más que esa increíble voz con un poquito de Fitzgerald, un poquito de Holliday, demasiado poder y muchos abusos.

Lo que nos fascinaba y nos hará recordarla por mucho tiempo era, en verdad, ese impresionante talento capaz de ser apreciado por todo aquel que lo escuchara.